Las epidemias de 1761 y 1762, que acontecieron en la ciudad de México, son un ejemplo de cómo las autoridades civiles y religiosas implementaron una serie de medidas que surgieron por desiciones del Virrey Don Joaquin de Monserrat y Ciurana, Marqués de Cruillas, (44o virrey de 1760-1766), del Ayuntamiento de la Ciudad y de la Iglesia Católica, todos en una acción conjunta, desiciva y orquestada.
Las terribles pandemias que ha sufrido nuestra ciudad, tanto de viruela, como el terrible tifus o cocoliztlis, pestilencia llamada matlazáhuatl, la cual en sus múltiples apariciones en nuestra historia en 1545-1548. 1576-1579- 1615-1616. 1641-1643. 1696. 1736-1738, causó un gran daño a los pobladores de la Nueva España, con gran afectación demográfica donde en algunas de sus apariciones, causó gran estrago en la poblacion, llegando en algunos casos al deceso del 15 % de la población. Su manifestación es erupción de la piel en forma de red vómitos, presentando grandes dolores. Su reaparición en la historia, tanto igual como nos está sucediendo actualmente con la aparición del virus Covid 19, la cuál se explica por la mutuacón del propio agente, que es la capacidad evolutiva del complejo patógeno en que se inscribe, esto da a entender el sentimiento constante de creciente temor por su proliferación, como ocurre hoy con el aumento diario de los casos de coronavirus en nuestro sufrido país.
Además, podemos identificar que las estrategias que se implementaron hace siglos no están caducas ni obsoletas en la actualidad, la aplicación de las cuarentenas, el acondicionamiento de hospitales, las ayudas a los grupos más desprotegidos, el interés en aquellos tiempos de las autoridades en llevar un registro más o menos fiable para conocer el impacto demográfico en las partes de la poblacion afectada.
Es interesante que, a pesar de nuestro desarrollo tecnológico, la expansión de las redes sociales, las investigaciones y nuevos tratamientos sobre el cáncer, el VIH, la hipertensión, la diabetes etc., algunas medidas del pasado han resurgido en el contexto de la pandemia del coronavirus y no son tan extrañas. Por ejemplo, el 5 de abril en Italia, sacaron en procesión la espada de San Miguel Arcángel, en Sant’Angelo, Apulia, con la intención de pedir el alivio ante la pandemia. La última vez que la espada fue llevada por las calles fue en 1656, cuando el territorio italiano era asolado por la peste. En Soriano, Estado de Queretaro de nuestro México, el 10 de abril, la Virgen de Nuestra Señora de los Dolores de la comarca de Soriano fue trasladada en helicóptero sobrevolando el municipio para pedir su intercesión en erradicar y dar fin a la epidemia.
En el contexto de la ciudad de México, la iglesia de San Hipólito - templo enmarcado en el cruce entre Paseo de la Reforma y Puente de Alvarado, mismo que conserva los cuerpos de los muertos en la salida por esa avenida que conduce a Tacuba, Templo que se dice fue quemado por los zapatistas, y hoy ampliamente concurrido por estar bajo la advocación de San Judas Tadeo, santo patrón de las causas difíciles y desesperadas – mismo donde los fieles se reúnen los días 28 de cada mes, y en la fecha de este 28 de abril de 2020 sabemos no fue la exepción. A pesar de que el país estuvo en esa fecha en la fase 3 de la pandemia, y de las medidas de sana distancia mencionadas un sinfín de veces por los funcionarios de la Secretaría de Salud, los devotos asistieron al templo para pedir el fin de la pandemia, causando inclusive por la muchedumbre el cierre de la Avenida, panorama no muy diferente a las procesiones y aglomeraciones que se han generado durante padecimientos sufridos en diversos tiempos..
El gran misionero, estudioso del náhuatl y de la civilización azteca fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) y Toribio de Benavente conocido como el “pobre" o Motolinia (1482- 1569) quien es considerado Historiador de la Nueva España , estos son de los llamados 12 apóstoles , nos narran que la primera gran “pestilencia” castigó principalmente a los indígenas fue la viruela, conocida como hueyzáhuatl (gran lepra). En esta enfermedad tan severa en la ciudad de Tenochtitlán, sucumbió ante este padecimiento el noble Cuitláhuac (1476-1520) el décimo tlatoani quien gobernó la ciudad por solo 80 días. En 1531, surgió la epidemia de sarampión, a la que denominaron tepitonzáhuatl (pequeña lepra). Posteriormente, surgieron brotes de cocoliztli, una enfermedad con un origen incierto, la cual produjo un fuerte golpe demográfico y social en la población indígena. Uno de los síntomas que más causaba miedo y extrañeza eran las hemorragias de nariz, de ojos y boca.
Para el siglo XVII, la capital novohispana estaba consolidada la ciudad más importante de los reinos americanos. La urbe convivía entre un ambiente lacustre, rodeada por el lago de agua salada de Texcoco y de agua dulce de Chalco. Desde la concepción urbanística de los españoles, uno de los grandes “males” de la metrópoli era el agua estancada. Algunas personas creían que las enfermedades y epidemias se generaban por los miasmas que provenían del medio acuático, de la acumulación de basura, o de los desechos de animales y humanos que abundaban en las calles. Las autoridades virreinales consideraban que los lagos eran una amenaza natural, bajo esta lógica, se emprendió una campaña para desecar las aguas de los lagos, y la batalla continuaría hasta el gobierno de Porfirio Díaz.
En varios casos, las sequías, las malas cosechas, la abundancia de lluvias y las inundaciones fueron factores que antecedieron a las enfermedades. Las poblaciones de Antiguo Régimen que, se caracterizaban por depender de las cosechas anuales para subsistir, estaban sometidas al equilibrio de las variaciones climáticas. Es decir, los fenómenos atmosféricos ocasionaron en más de una vez, escasez de algunos alimentos, o en el peor de los casos produjeron periodos de hambrunas, que a la larga debilitaban el sistema inmune de la población rural y urbana.
Ahora bien, en el siglo XVIII, la ciudad de México era el centro político y económico de la sociedad novohispana, era la urbe más poblada del continente americano. Con estas características poblacionales, sufrió de nuevos brotes de viruela a partir de 1707.
El matlazáhuatl fue uno de los padecimientos más comunes de la época colonial, el nombre proviene de matla: “red o redaño”, y de zahuatl: pústula o grano, que unido significa “granos en forma de red”. Posiblemente se trataba de tifo que es causado por microorganismos denominados rickettsias, pequeños cocobacilos, que se reproducen en los revestimientos de las células del estómago y del intestino de los insectos, por lo cual aparecen estas bacterias en las heces de los vectores de transmisión, el contagio procede por el frotamiento de “piquetes” o lesiones que producen en la piel humana, al rascarse o frotarse ocasiona que las bacterias entren al torrente sanguíneo, lo que desencadena la enfermedad.
La peor epidemia de matlazáhuatl que sufrió el virreinato novohispano se presentó durante los años de 1736 a 1739, pues la fiebre castigó a las poblaciones desde Nuevo México hasta la Península de Yucatán. Se piensa que los primeros brotes surgieron entre los trabajadores del obraje de San José Tacuba, camino a Azcapotzalco. Posteriormente, los pueblos de Coyoacán y Tacubaya también fueron alcanzados por este padecimiento, vale la pena mencionar que estas poblaciones se dedicaban a la manufactura de la lana, en su mayoría eran indígenas, y las condiciones socioeconómicas posiblemente eran precarias. Esta enfermedad se propagaba a través de un vector que en su caso pueden ser los piojos, las pulgas, las garrapatas o las chinches que pueden trasladarse por medio de ratas, animales domésticos o el contagio personal.
Después del fenómeno epidémico, el presbítero Cayetano Cabrera y Quintero, escribió el libro Escudo de Armas de México, cuyo excelso grabado que abre a pagina completa la publicación es del pintor Ibarra, donde se aprecia la devoción a la imagen Guadalupana. este trabajo fue realizado para exaltar el milagro que había realizado la Virgen de Guadalupe, pues los habitantes y religiosos de la capital de México agradecían a la advocación mariana haber terminado con la epidemia en todo el virreinato. Uno de los aportes de la obra de Cabrera, es la descripción de los síntomas que realizó de la enfermedad. “A muchísimos ha sobrevenido flujo de sangre por las narizes, tan cuantioso, e impertinente en su duración, que uno y dos días enteros estaban echando” … otro síntoma fue “ictericia tan intensa, que causa admiración la amarillez de sus cuerpos.” “Algunos, o muy pocos les comienza con la enfermedad, o al tercero, o cuarto día de ella un delirio, o demencia tan intensa, que con mucha diligencia de los asistentes, y, aun usando el áspero medio de ataduras y de cepos no se sosiegan”
En mi próximo libro que saldrá a la luz el año entrante por la prestigiada casa impresora Turner de España, sobre la dinastía de la familia Gálvez, la cual arrojó en los tiempos de Carlo III a José de Gálvez como ministro de Indias, a Mathias y Bernardo los dos como Virreyes de la Nueva España, este último gran gobernante el cual tuvo en su corto periodo de año y medio que afrontar el llamado "año de hambruna" y el de” pandemia" el cual con medidas altamente sociales y de amor al prójimo ayudó hasta con su fortuna propia a mitigar estos dos males.
¡Extraordinario gobernante! Estoy seguro encontrarán en este libro muchas razones de ser lo que históricamente hemos sido y lo que debemos ahora de ser…. ¡Orgullosos mexicanos unidos por el interés de nuestra nación!
Rodrigo Rivero Lake
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